El decimosexto cigarrillo

El decimosexto cigarrillo



Le da un toque a su cigarro y expulsa suavemente el humo desde su boca. Sus ojos grises revolotean por todo alrededor y los labios colorados con un rojo carmín hacen una mueca.
Aquel lugar no era del todo tentador. Sólo un bar cochino más del centro, el humo de todos los cigarros se acumulaba en el aire, olía a cerveza barata y hacia un calor como del los mil infiernos.
Justo su tipo de lugar.
'Genial' ¿Cómo diablos termine en este jodido lugar?, pensó. Cierto, la puta de Myriam me arrastro hasta aquí ¿Y para qué? Sólo para que la viera manoseándose con el bastardo de su novio.
—Hey, ya va a comenzar la banda. —Le dice su amiga antes de volver meterle la lengua a la garganta de su novio.
'Puta', dijo antes de ir a sentarse y fumarse otro cigarro.
Y como el cualquier bar cochino del centro, una banda nueva, —lo más probable adolescentes pretendiendo ser rockeros, — comenzaría a tocar.
Ella rodo los ojos y las luces se dirigía hacia el centro del pequeño escenario. 'Maldita puta de Myriam a arrastrarme a estos bares de mierda' Piensa ella.
Se reflejan los instrumentos, una vieja batería en el fondo, el teclado a un lado, los micrófonos solitarios, una escena que pedía a gritos ser acompañada.
Se acaba su decimosexto cigarro en dos horas y sus ojos grises se paran hacia el escenario, esperando pacientemente ver a alguien ocupara aquella tentadora escena. Esperaba para que alguien ocupara aquel escenario perdido y por lo menos que haya valido la pena estar en ese bar que olía a cerveza y a perversión.
Y como ella decía, el buen Rock no es más que una forma de adicción como el sexo o las drogas. Te hace perder la cabeza, y como el sexo es salvaje y pasional.
De pronto del escenario salen entre cuatro chicos o chicas —Aunque en realidad, no importaba. —. No se veían como los grupos de ahora, no tenían pantalones de cuero negro, ni tenían el cabello largo, no tenían percings ni mucho menos tenían maquillaje o tatuajes falsos.
Sólo eran chicos. Chicos que ves en la calle pero no le tomas en cuenta, el mismo que está delante de ti de la fila pero no te importa, las mismas personas que siempre están ahí en la esquina pero te importa una mierda conocerlas. Alguien que aparenta ser común y corriente… más sin embargo no lo es.
Todos se esparcieron y se pusieron en sus puestos. No mostraron expresión, no sonreían ni mucho menos parecían nerviosos, sino que pareciera que fuera jodidamente su naturaleza.
Ella entrecerró los ojos hacia uno ellos. Y aunque parecían jodidamente normales, ella vio el fuego que crecía en sus ojos negros, vio arder un alma ahí adentro, como si fuera la puerta hacia otro mundo.
Las notas comenzaron despacio, sin prisa, y la voz comenzó con apenas un susurro.
Ella lanzó un jadeo.
'Santa Mierda,' Pensó con asombro.
El coro de ángeles —O demonios, — extendió sus cuerdas vocales hacia ella. Cada nota se empuja contra ella y la apuñalaba por el alma.
Cada melodía la tomaba por sorpresa y la hacían afligirse por más. Las cuerdas de la guitarra le tocaban los latidos de su corazón y se extendían por todo su pecho; las notas del teclado iban debilitando sus piernas, con un toque sutil como naturaleza y paraíso; Y cada golpe de la batería apuñalaba su estomago, sin distinción o sutileza, con más rudeza y excitación.
Y la suave voz, ¡O aquella bendita voz!, esta le acariciaba el cuello y te susurraba cosas dulces y sucias en su oído, la nariz del ser acariciaba tu mandíbula y se sentía como el satín más suave, los labios jugaban en tu cuello, jugando a tocar o no tocar, solamente tentándola con ese erótico y suave toque.
La toman por sorpresa y todo empieza a ser más intenso, las apuñaladas deliciosas y placenteras la convierten en un mártir, y él decidió tocar, ahora siente la suave lengua de terciopelo jugar con su oído, como enrosca sus largos y suaves dedos en su cabello, y baja más y más por todo tu ser. No para de gimotear por más y ellos no paran.
Explota, como nunca había explotado. Su cuerpo débil y vulnerable se va alejando lentamente de ellos y la dejan meciéndose con su propio placer.
Y así como vinieron, la música para y ellos se van. La coletilla de su decimosexto cigarro cae despreocupadamente en el suelo.
Con los ojos brillando de excitación, el cabello enredado y su ser estimulado, ignora los llamados su amiga y sigue su camino.
Ella lo ve un minuto después. Cabellos negros y rostro de nadie.
Sin decir oraciones los labios carmín ya están en los otros labios antes ajenos. Le ofrece su sabor a fresa, café instantáneo y el magnífico sabor de la narración de su decimosextocigarrillo.

N/A: Ahh... Ame completamente esta historia. Producto de un sueño despues de una terrible resaca... Anyway, espero que les guste. Cualquier comentario con libertad de expreción es bienvenido.

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